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Ediciones Cueto

Los límites de la era del streaming

Por Gonzalo Adrián Gonzales

Vislumbremos una escena cotidiana.

 

Es un día de semana y acabas de terminar una larga y productiva jornada de trabajo. Sientes que te mereces un descanso y tienes ganas de ver una película para relajarte o dejarte atrapar por una historia emocionante.

 

En cierta época, para cumplir ese deseo hubieses salido de tu casa a ver la película que esté proyectando tu cine más cercano esa noche. No hay mucho que elegir ahí, la película es la que hay; tal vez, al día siguiente, te enteres que otras personas en tu oficina ha visto la misma película y puedan tener una charla amena. Con la llegada de los multicines, vendrán más opciones, pero también tendrás que ordenarte un poco mejor. Tendrás que ver la cartelera en el periódico, leer sobre las películas disponibles y elegir cuál te interesa más; tendrás que prestar atención a sus horarios o en qué locales la dan doblada o subtitulada. Una vez decidido, saldrás de tu casa cruzando los dedos para llegar a tiempo y agarrar un buen sitio.

 

La dinámica cambia completamente con la llegada del Home Video. Primero el VHS, luego los DVDs y después los Blu-rays. Ahora ya no estás obligado a ir al cine para cumplir tu deseo de ver una película. Puedes salir a hacer un viaje corto a una tienda de alquiler de películas y llevarte la que prefieras de entre varios estantes llenos de opciones, tanto modernas como clásicas. Luego volver tranquilo a tu casa y ver la película elegida con todas las comodidades del hogar. Otra opción es, tal vez, elegir una película de tu propia colección personal, discos o cintas que has comprado para poder volver a verlas cuando quieras. ¿Qué puede ser mejor? Ya ni siquiera tienes que salir de casa.

 

Pero los tiempos cambian y, a veces, cambian bastante rápido. En la década pasada, surgió una nueva opción que ha terminado marcando toda una nueva era de consumo en el entretenimiento. Hoy, si tienes ganas de ver una película, ya no encontrarás tiendas de alquiler funcionando, pero tampoco estás obligado a salir al cine; lo único que tienes que hacer es prender tu tele, computadora o celular y entrar a cualquiera de los tantos servicios de streaming que dominan el mercado.

 

 

                 Los servicios de streaming llegaron para cambiarlo todo

 

Las ondas del impacto

 

En el 2020, la revista Forbes estimó que los servicios de streaming contaban, en su conjunto, con un alrededor de 1.1 billones de suscripciones. Para el 2023, se estima que la cifra habría aumentado a 1.8 billones. Y es que el trato de ofrecen es extremadamente cómodo para sus usuarios. Con un pago de mensual único (que suele rondar entre los 9 dólares americanos, dependiendo de la plataforma), tienes a tu disposición miles de series y películas para consumir en el momento que quieras, siempre y cuando tengas una conexión a internet estable.

 

Este trato, aparentemente, es mucho mejor que el que te ofrecen las salas de cine y el mercado de Blu-rays. Económicamente, es imposible competir. Las salas de cine se están viendo obligadas a adaptarse a las nuevas reglas del sistema. Ya no basta con estrenar la película, ahora se busca generar experiencias adicionales a la película para motivar a que el público vaya al cine, una tarea que termina recayendo sobre los equipos de marketing y las tan atareadas distribuidoras. Ejemplos de estos casos son algunas de las películas de Marvel y, más recientemente, el fenómeno «Barbenheimer» (fenómeno en el que las películas ‘Barbie’ y ‘Oppenheimer’ se estrenaron en salas comerciales el mismo día); es decir, estrenos que se convierten en eventos sociales, culturales y, sobre todo, mediáticos, con lo cual logran atraer a grandes cantidades de espectadores a las salas de cine por miedo a quedarse fuera de la fiesta (el famoso «FOMO», Fear of Missing Out).

      El ‘Barbenheimer’ fue, sin lugar a duda, una bendición para las salas de cine en el 2023

 

Pero no todas las películas tienen la capacidad de convertirse en eventos mediáticos que atraigan a un público masivo. Fuera de los grandes estrenos, la mayoría de las películas ‘independientes’ o consideradas de ‘menor alcance’ se encuentran ante un panorama bastante sombrío para competir. Si bien esta brecha no es reciente, nunca ha sido tan dramática como en la actualidad debido a un factor más que se suma a la discusión, la caída del mercado de ventas físicas.

 

En una reciente entrevista, Matt Damon comentaba la razón por la cual la desaparición del DVD generó que muchos estudios estadounidenses dejen de invertir en cierto tipo de cine. Explicaba que el lanzamiento del DVD funcionaba como una segunda oportunidad para que una película genere nuevos ingresos más allá del estreno en salas. Esto lograba quitarle la carga de tener que generar toda su ganancia en el estreno comercial y le brindaba una nueva vida para que la película circule a su propio ritmo, sin la presión de tener pelear por su permanencia semana a semana en los multicines. Al ya no existir tal mercado, resulta demasiado riesgoso para estos estudios el producir películas que no pueden ser los éxitos comerciales que necesitarían para recuperar sus inversiones.

 

Pero el nuevo modelo también ha afectado, de forma muy dramática, a la industria de las series. Se ha afirmado en varias ocasiones que en la década pasada se inició una ‘edad dorada de las series televisivas’, siendo el aspecto ‘televisivo’ cada vez más relativo luego del auge de los servicios de streaming. Y es que si bien estos servicios terminaron definiendo cómo es que la mayor parte del público consume sus series en la actualidad, también han condicionado varios aspectos de cómo se producen.

 

El modelo que introdujo Netflix para sus series originales, que consistía en estrenar todos los episodios de una temporada juntos en el mismo día, se ha convertido en la norma para el resto de las plataformas que producen contenido propio. Naturalmente, estas nuevas series comenzaron a plantearse la intención de explotar al máximo este modo de consumo desde la propia forma cómo eran escritas; es decir, empleando recursos narrativos para enganchar la atención del espectador de forma continua y motivarlo a que vea el siguiente episodio cuanto antes o, de ser posible, los vea todos de corrido.

 

 

En su momento, ‘House of Cards’ fue una pieza clave para popularizar este nuevo modelo de serie.

 

Es así como se termina favoreciendo la realización de cierto tipo de series, aquellas con un fuerte arco narrativo que sostenga toda una temporada; mientras que las series episódicas, aquellas pensadas para que cualquier espectador pueda ver sus episodios sueltos en el momento que la cadena la transmitiese y que solían ser las más populares bajo el modelo anterior, son las que menos se producen hoy en día.

 

Asimismo, la práctica de lanzar toda una temporada a la vez ha causado otros efectos en cómo el público se relaciona con estas nuevas series. Uno podría afirmar que el aspecto colectivo de la televisión está camino a desaparecer. Es decir, este hecho de ver una serie en conjunto con otras personas que, sin estar juntas en el mismo lugar, veían lo mismo que tú al mismo tiempo, semana a semana, ya no es replicable cuando no existe simultaneidad en la emisión. El asunto se hace más complejo si tomamos en cuenta que cada vez los consumos se están haciendo más individuales, en el sentido que hay menos series que, a nivel social, estemos viendo todos juntos. Al fin y al cabo, ya no estamos ‘a merced’ de la programación de unos cuantos canales en el cable, tenemos muchas, realmente miles, opciones para elegir. Lo cual, inevitablemente, lleva a una sobrecarga,

 

Ahogados en contenido

 

La sobrecarga de contenidos fue un problema muy poco previsto dentro de este sistema. Si bien el tener miles de series y películas a tu libre disposición con un solo pago mensual es, en principio, un trato extremadamente bueno; la realidad es que ningún ser humano podría consumir tanto contenido audiovisual sin agotarse de alguna manera.

 

Las propias plataformas de streaming son conscientes de este tema y hay dos formas como han tratado de mitigarlo. La primera es a través de algoritmos que se personalizan para cada usuario según los patrones de los que va tomando nota: qué contenido ve, cuánto tiempo consume, a qué horas lo consume, qué cosas guarda en sus listas, qué ignora del catálogo, etc. De esta manera, el algoritmo puede tratar de predecir qué contenido preferiría un usuario en particular para empujarlo hacia su pantalla de inicio (dando preferencias al contenido propio de la plataforma) y borrar de su vista aquellos elementos que, según su predicción, no son de su interés. Es así como la experiencia de consumo se va haciendo más individual y aislada.

 

No obstante, el segundo método al que recurren es, probablemente, el que más críticas públicas ha recibido desde los propios usuarios; el de remover contenido. Esto va desde cancelar la continuación de series de las que poseen los derechos, hasta sacar de la plataforma a series y películas cuyas licencias ya no quieres pagar (o, en algunos casos, que pierden ante la competencia). Por supuesto, a nadie le gusta que su serie favorita desaparezca un día de la plataforma donde «ha estado siempre», pero este es parte del trato que aceptamos como usuarios de una plataforma de streaming. Y es que, en los tiempos de consumo digital, la permanencia es una de las cosas más frágiles que existen.

La millonaria serie ‘Westworld’, publicitada como sucesora del éxito de ‘Game of Thrones’ fue una de las bajas más notables del 2023

 

En el 2022, los usuarios de Max (el servicio previamente conocido como HBO Max) sufrieron un duro recordatorio de esta verdad. Como parte de la compra de AT&T a Time Warner, empresa propietaria de HBO, los servicios de streaming de HBO Max y Discovery TV fueron mezclados en una sola plataforma, bautizada como ‘Max’. El resultado habría sido un catálogo de cantidades titánicas de contenido, demasiado difícil de mantener económicamente con todas las licencias y tarifas que rodeaban cada serie o película. Es por lo que HBO Max, previo a su fecha de fusión, comenzó a eliminar contenido de su plataforma en grandes baches que continuaron hasta el 2023 (y nada asegura que no hayan más bajas en el 2024), al punto de borrar series que, si bien no eran de alcance masivo, tenían sus propios públicos que lamentaron muy vocalmente en redes sociales la pérdida de su contenido favorito.

 

Las discusiones alrededor de este evento terminaron llegando a una pregunta central para entender los límites del consumo digital, ¿puede el contenido digital perdurar en el tiempo? A diferencia de un Blu-ray, un DVD o incluso una cinta fílmica, que son objetos físicos que existen en la realidad y seguirán existiendo fuera de la lógica de si su contenido es popular o rentable; el producto audiovisual en la era del streaming tiene un tiempo de vida igual a su rentabilidad económica. El día que deje de producir dinero, desaparecerá del soporte que lo alberga.

 

La muerte digital

 

El problema de la permanencia no se limita a las plataformas de streaming de series y películas. Es un tema que tiene sus propios matices en otras industrias del entretenimiento como en la música, los videojuegos o la ilustración. En el caso de los videojuegos, la opción de comprar juegos digitales ha estado disponible desde hace varios años. Toda consola moderna cuenta hoy con su propia tienda virtual, y el servicio de PC de Steam es uno de los que más ventas genera en toda la industria. Sin embargo, ¿qué pasaría en el hipotético caso de que Steam llegara a quebrar? Es una pregunta que pocas personas quieren hacerse y que se siente bastante lejana dado el éxito sostenido del cual goza el servicio, pero la respuesta sincera es que, si llegara aquel día, todo su contenido se perdería para siempre, sin importar de que hayas pagado por él.

Steam es uno de los servicios más sólidos del mercado, la pregunta es, ¿por cuánto tiempo más lo será?

¿Sería posible imaginar un futuro en el que Netflix, Max, Disney Plus y todas las, hoy exitosas, plataformas de streaming terminaran quebrando? No es una pregunta que de gusto hacerse, pero no es coherente pretender que este modelo durará para siempre. Para nadie es un secreto que Netlfix viene enfrentando problemas los últimos años en el desquiciado mercado de acciones estadounidense debido una enfermiza necesidad de seguir aumentando sus subscriptores para mantener el crecimiento esperado por sus accionistas. Y también existe el peligro de que la sobrecarga de contenidos termine haciendo explotar la burbuja audiovisual y que todo lo que damos por sentado se desvanezca en el aire antes de lo que esperábamos.

 

En este contexto, algunos sectores hacen un llamado al regreso del formato físico, llámese hoy en día, a los Blu-rays. Uno de los acérrimos partidarios de este camino es el director Christopher Nolan, quien insistió por el lanzamiento de su más reciente película, Oppenheimer, en formato Blu-ray frente a la negativa de Universal Studio; una apuesta que ha terminado siendo favorable para el director y para la película al haberse agotado la cantidad producida mucho antes de lo previsto.

 

Pero sería imposible hacer pronósticos acelerados sobre el futuro de este mercado tan volátil. Si ganarán los partidarios de los soportes físicos o se mantendrá el apogeo de las plataformas digitales por muchos años más, lo cierto es que la experiencia histórica nos demuestra que los hábitos de consumo están predestinados a cambiar en el tiempo o, por ponerlo en términos coloquiales: «todo tiene su final, nada dura para siempre».

 

Cuando llegue ese cambio, sea en diez, veinte o cincuenta años, ¿cómo cumpliremos nuestro deseo instintivo de ver una película tras un día de trabajo? Es

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