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noviembre 2021

Por Andrés Cueto   Al terminar la novela gráfica Maus del historietista estadounidense Art Spiegelman, es difícil que las imágenes más claras en la mente del lector no sean las de las atrocidades sufridas y presenciadas por los padres del autor durante el holocausto. El vívido relato que el autor recogió de su padre sobre los asesinatos, abusos y condiciones infrahumanas sufridas por los judíos a manos del régimen Nazi se siente como una herida que se queda con el lector mucho después de haber cerrado la última página, como si Spiegelman nos hiciera partícipes del dolor de su familia. A pesar de representar a los personajes como animales (los judíos son ratones, los alemanes gatos, los estadounidenses perros, etc.), el realismo doloroso de las viñetas, especialmente de las más violentas, fuerzan al lector a cerrar el libro y tomarse un descanso constantemente. Maus es, después de todo, un libro que narra la historia real de Vladek y Anja Spiegelman, dos judíos polacos, durante el holocausto. Es este realismo el que le permite al autor moverse en la frontera entre la novela gráfica y el reportaje periodístico, valiéndole por ello el único premio Pulitzer en haber sido dado a una novela gráfica. Sin embargo,